Cosmovisión

“Cosmogonía Yaqui” / Autor Julio Hernández Correa. Museo Étnico de los Yaquis. Sala Cosmovisión. Fotógrafo: Juan Casanova.

En la historia del noroeste mexicano, la cultura yoeme «yaqui» es una de las más reconocidas y al mismo tiempo incomprendida. El eje principal de ello radica en la continua lucha por su autodeterminación y la defensa de su Toosa o «territorio». Precisamente esto es el punto de partida de la presente exposición; es donde nacen todos los motivos y acciones que el pueblo yaqui lleva a cabo hasta la actualidad

La Tribu Yaqui fundamenta su sentido del mundo a través de un concepto de territorio compuesto por: itom toosa «nuestro nido»; Itom ania «nuestro universo», e itom téeka «nuestro cielo». Estos conceptos no solo consideran un plano físico o terrenal, sino una rica multiplicidad de dimensiones espirituales y simbólicas muy poderosas como la yo’o ania «mundo antiguo»; juya ania «mundo del monte»; yo’o jo´aram «lugar de los encantos»[1]choki ania «mundo de las estrellas»; tenku ania «mundo de los sueños»; el sewa ania «mundo flor»[2], y el bawe/ ba’am/ baa’am que concentra la presencia ancestral del agua (río y mar) como espacio de poder[3]. Estos conceptos para alguien ajeno a la cultura yaqui suelen ser difíciles de comprender y en consecuencia poder respetar, por lo que la coexistencia entre percepciones culturales se dificulta.

Los planos místicos mencionados pertenecen a un concepto esencial: ania o mundo; entre ellos existe un flujo perpetuo de interacciones entre todos los elementos naturales y sobrenaturales; ejemplo de ello deriva en el nombramiento de toponimias pertenecientes a todos los elementos tangibles como cerros, ríos y arroyos, y a los cuales se les componen cantos, sones y leyendas[4].

El mural

Itom téeka “nuestro cielo” / choki ania “mundo de las estrellas”. Fragmento del mural “Cosmogonía Yaqui” / Autor Julio Hernández Correa. Museo Étnico de los Yaquis. Sala Cosmovisión. Fotógrafo: Juan Casanova.
El Yo´o jo´aram “mundo de los encantos” es el sitio donde los jóvenes, sin contarle a nadie, acuden para vivir una experiencia mística durante tres noches, después de la cual, se va a soñar para obtener un don especial a cambio de dejar su alma atrapada, esta alma se aparecerá a las generaciones futuras para continuar ese ciclo. Los dones de los dioses, permiten destacar como el mejor en la actividad a la que se decida dedicar la vida: músico, corredor, guerrero, danzante, curandero, etcétera. El Yo´o jo´aram puede manifestarse como un vórtice cargado de energía en la sombra de un árbol, en una cueva, en una colina, ente otros. Fragmento del mural “Cosmogonía Yaqui” / Autor Julio Hernández Correa. Museo Étnico de los Yaquis. Sala Cosmovisión. Fotógrafo: Juan Casanova
Itom Achai "nuestro padre". Fragmento del mural “Cosmogonía Yaqui” / Autor Julio Hernández Correa. Museo Étnico de los Yaquis. Sala Cosmovisión. Fotógrafo: Juan Casanova.
Itom Aye "nuestra madre". Fragmento del mural “Cosmogonía Yaqui” / Autor Julio Hernández Correa. Museo Étnico de los Yaquis. Sala Cosmovisión. Fotógrafo: Juan Casanova.

Para dar representación de lo anterior, en la primera sala del Museo se recrean los planos místicos y mitos yaquis a través del mural envolvente titulado «Cosmogonía Yaqui». El Mural fue realizado en 2008 por el artista plástico Julio Hernández Correa que adaptó el espacio construyendo una bóveda de cañón sobre la cual historió su obra.

En el mural se observan distintos elementos que explican el origen de la tribu. Uno de ellos es el cielo, en el cual se asevera que el pueblo proviene de las estrellas, por esa razón se regresa a ellas al morir, y cada una representa un antepasado que comparte ese espacio con el Sol y la Luna. De igual forma en el mural se distingue la presencia de los Surem; Boobok el sapo y tres mitos yaquis: el camino al árbol parlante; la gran serpiente, y el chapulín brujo.

Los Surem

 
En la mitología yaqui los Surem son sus antepasados directos, antiguos y sabios seres dotados de la capacidad de comunicarse con árboles y animales, con una complexión física muy diminuta alrededor de 50 cm. de estatura, barbados y longevos pues podían vivir hasta 500 años. De ellos se dice que brotaron de los pantanos del rio Yaqui y que posteriormente se convertirían en animales de la montaña, ya que no aceptaron la nueva religión. Ahora viven en armonía con la naturaleza, se renuevan cada luna llena y desconocen el bautizo y el matrimonio.
Los Surem, ancestros yaquis. Fragmento del mural “Cosmogonía Yaqui” / Autor Julio Hernández Correa. Museo Étnico de los Yaquis. Sala Cosmovisión. Fotógrafo: Juan Casanova.

El árbol parlante

Camino al árbol parlante. Fragmento del mural “Cosmogonía Yaqui” / Autor Julio Hernández Correa. Museo Étnico de los Yaquis. Sala Cosmovisión. Fotógrafo: Juan Casanova.

Este mito constituye no sólo el relato que sanciona el origen de los yaquis, sino también un universo plenamente vivo que evoca prácticas, vivencias y discursos. En él se afirma que los Surem, intentaban saber lo que un árbol sabio quería comunicarles, pero no entendían su lenguaje, por ello acudieron con Yomomuli, la última mujer sobreviviente que podía interpretar las palabras del árbol, el cual tenía dos presagios.

El primero era que vendría un dios bueno, traído por hombres con cruces, eso a través del tiempo se ajusta simbólicamente a la llegada de los misioneros jesuitas que trajeron la religión católica como eje salvador, y que, como primer paso para ello, requería del bautizo como medio de conversión y salvación. La parte de los Surem que sin temor aceptaron ser bautizados por los hombres blancos con cruces, con el tiempo crecieron altos y se convirtieron en los Yaquis; la otra parte, negándose al bautizo, huyeron por el río yendo a parar al monte y al mar donde terminaron convirtiéndose en animales del agua o la tierra.

Junto con el origen de los yaquis, este relato sanciona la aparición de la cultura, ya que antes no existía la agricultura y los animales no sabían dónde les correspondía vivir[5]. Así como se hace referencia indirecta a que el alma es considerada inmortal, por tanto, la muerte se presenta como algo natural ante sus miembros y solo como una etapa de transición, esto último es importante debido a que fue la base que tomaron los evangelizadores para la conversión cristiana de la tribu.

La gran serpiente

 

La segunda predicción mencionada por el árbol parlante se trataría de un peligro venido del norte, identificado como una gran serpiente, esta llegaría al suelo sagrado poniendo en peligro a los pequeños Surem tragándoselos de un bocado. Los Surem empezaron a desaparecer y por cuanto que trataron de defenderse con arcos y flechas, no lograban ni siquiera rasguñar los gruesos caparazones de la serpiente, era tan grande que los Surem tardaban once días en recorrerlo de la cola a la cabeza.

La gran serpiente. Fragmento del mural “Cosmogonía Yaqui” / Autor Julio Hernández Correa. Museo Étnico de los Yaquis. Sala Cosmovisión. Fotógrafo: Juan Casanova.
El chapulín brujo. Fragmento del mural “Cosmogonía Yaqui” / Autor Julio Hernández Correa. Museo Étnico de los Yaquis. Sala Cosmovisión. Fotógrafo: Juan Casanova.

El chapulín brujo

 

Frente al peligro de la gran serpiente, los Surem enviaron una golondrina a buscar al sabio hechicero, quien se comprometió a ayudarles bajo la condición de cubrirlo con hojas verdes para camuflarlo, entonces, una vez cubierto, se convirtió en un gigantesco chapulín dotado de enormes y filosas patas. El brujo enfrenta así la serpiente y, consigue con una de sus patas y de un salto, arrancar la cabeza de la gran serpiente, liberándolos. La cabeza al rodar se transformó en lo que conocemos como el cerro Tenjawe o Boca Abierta, cerca del pueblo de las Guásimas, municipio de Empalme.

Boobok

Fue un animal mítico protagonista de una de las leyendas que hablan sobre la creación del río Yaqui. Se cuenta que hace muchísimos años, el río Yaqui no existía, y los Surem a muy duras penas sobrevivían en esta región semidesértica sembrando chile, frijol, calabaza, cazando, y recolectando sayas, un poco de maíz y quelites. Ante esa difícil situación los jefes tribales convocaron a una reunión de toda su gente y otros grupos del valle.

Todos acordaron pedir ayuda al animal sabio Yuku ya´ut, «jefe de la lluvia», para que formara el río que tanta falta les hacía. Para solicitar el agua, primero enviaron a otros animales sabios como el cuervo, el gavilán y el búho, pero nunca regresaron; como la necesidad de agua era cada vez más apremiante, pidieron el favor a los animales sabios más veloces como Sáawiru y Ráakon, en eso estaban, cuando se presentó Boobok, un sapito voluntario para ir a hablar con el jefe de la lluvia, solo pidió a los presentes que le hicieran tamales de elote para llevar en su camino, dicho y hecho. Al día siguiente Boobok fue arrojando pedazos de tamal por el cauce por donde querían que pasara el río, cuando terminó, de un salto llegó a la casa de Yuku ya’ut y habló con él. Al otro día cayó sobre toda la región una lluvia tan fuerte, que el caudal proveniente de la sierra formó el río Yaqui.

El mito de Boobok afianza la identificación y arraigo de la tribu yaqui con su territorio, pues se conjunta con el hecho de que este pueblo fue establecido hace más de 2,500 años, precisamente guiados por el agua. En ese tenor, otra leyenda dice que un gran maestro llamado Yaji Towi encaminó al pueblo yoeme al río y dijo: «Este es el lugar donde vamos a llegar, este río estruendoso lo ha señalado el gran creador que podemos asentarnos, y nos lo ha señalado para establecernos por los tiempos de los tiempos, incluso dicen que el ruido que hacía el agua cuando bajaba de la sierra es lo que identifica al pueblo: Hiaqui»[6].

Boobok. Fragmento del mural “Cosmogonía Yaqui” / Autor Julio Hernández Correa. Museo Étnico de los Yaquis. Sala Cosmovisión. Fotógrafo: Olavo Rojas Vega.

Para complementar la información que nos ofrece el mural y la figura de Boobok, en esta sala se proyecta el video documental «Cosmovisión Yaqui» producido por parte del mismo museo en 2008 en el cual Don Teodoro Ochoa Álvarez nos habla sobre las creencias en dioses antiguos; Don Esteban Jiménez y Don Luis Coronado relatan (por separado) sobre el Yo´o-joara o mundo de los encantos, lugar en el cual pueden adquirirse dones como danzante, jinete, músico, entre otros, Don Inés Álvarez R. narra lo relacionado al mito de la danza de Venado, Don Ruperto Buitimea Y. quien ofrece su experiencia acerca de ser danzante de Venado, y Don Juan Julio Lugo Valenzuela quien hace una invitación a los jóvenes para aprender, analizar y valorar la tradición. El siguiente párrafo es un fragmento de la narración de Don Luis Coronado acerca de la obtención de los dones en el mundo de los encantos:

«Para ser un buen danzante de venado, tendrá que entregar su alma al mundo de los encantos. Para pedir un don tendrá que ir a la sierra y sentarse bajo un árbol […] el aire fresco hará que se duerma, y de esa forma entrar al mundo de los encantos por medio del sueño […] y por este medio le será entregado el don solicitado».

Referencias

1 Comisión Presidencial de Justicia para el Pueblo Yaqui. (2020). Plan de Justicia para el Pueblo Yaqui. Ciudad de México: Secretaría de Gobernación. p. 48. Recuperado de https://www.inpi.gob.mx/gobmx-2021/Plan-de-Justicia-del-Pueblo-Yaqui.pdf

2 Padilla Ramos, Raquel. (2020). Agua es territorio: un panorama general de las luchas yaquis por la defensa de sus recursos naturales En Noroeste de México, (2). p. 33-34. Recuperado de http://mediateca.inah.gob.mx/repositorio/islandora/object/issue:3036

3 Restor Rodríguez, María M. (2017). La identidad yaqui y el agua En Conflictos por el agua y alternativas en los territorios indígenas de México. Jiutepec, Morelos: Instituto Mexicano de Tecnología del Agua. p. 84. Recuperado de http://repositorio.imta.mx/handle/20.500.12013/1839

4 Flores José; Mungarro, Zuleth; García, Alma. (2021). Elementos de la cultura yaqui como atractivo etnoturístico en Sonora, México En ORBIS: Revista Científica Electrónica de Ciencias Humanas. p. 27. Recuperado de http://www.revistaorbis.org/pdf/53/art2.pdf

5 Olavarría, María Eugenia. (2013). Los yaquis y el mito del árbol que habla En Los pueblos indígenas del noroeste: atlas etnográfico. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia. Instituto Sonorense de Cultura del Gobierno del Estado de Sonora. Instituto Nacional de Lenguas Indígenas. p. 284-5. Recuperado de https://www.mediateca.inah.gob.mx/islandora_74/islandora/object/libro:449

6 Rojo Valencia, Tomás. (2017). La identidad yaqui y el agua En Conflictos por el agua y alternativas en los territorios indígenas de México. Jiutepec, Morelos: Instituto Mexicano de Tecnología del Agua. p. 100. Recuperado de http://repositorio.imta.mx/handle/20.500.12013/1839

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