Mi nombre es Carlos Galaz, tengo 29 años y soy un estudiante de Doctorado en Biociencias y profesor de asignatura en la Universidad de Sonora, pero para llegar aquí tuvieron que pasar una gran cantidad de sucesos a lo largo de mi vida. Crecí en contacto con la naturaleza. Vivía en Huacinera, una pequeña comunidad rural rodeada de montañas y ríos en la Sierra Alta de Sonora, donde aprendí a valorar la belleza y la complejidad de los ecosistemas naturales. Desde muy temprana edad, desarrollé un gran interés por el conocimiento y la ciencia. Me gustaba explorar y experimentar con mi entorno, tratando de comprender mejor cómo funcionaba el mundo que me rodeaba.
Gracias a mi curiosidad, me convertí en un buen estudiante. Gustoso de estudiar matemáticas y ciencias, participaba con entusiasmo en las actividades extracurriculares relacionadas con la investigación y el conocimiento. Así, estando en 6to de primaria, fui seleccionado para la Olimpiada del Conocimiento, lo que fue un gran logro para mí y me motivó aún más a seguir aprendiendo y explorando.
Ese interés hacia las ciencias creció durante mi adolescencia y fue entonces que decidí que quería estudiar biología en la universidad. Sabía que esta disciplina me permitiría explorar mi interés por el conocimiento y la naturaleza, al tiempo que me brindaría la oportunidad de contribuir a la conservación del medio ambiente y la sostenibilidad. Me di cuenta de que la biología era mucho más que una disciplina académica: era una forma de entender y valorar el mundo natural que nos rodea.
De esta manera tomé la decisión de mudarme a Hermosillo para estudiar Biología en la Universidad de Sonora. Fue una gran decisión para mí, ya que me permitió sumergirme en un ambiente académico amplio y profundo. Me di cuenta de que había mucho más que aprender y que la biología abarca una amplia variedad de temas y áreas de estudio. Me interesaba todo lo relacionado con la biología: desde la genética hasta la ecología, desde la botánica hasta la zoología.
Sin embargo, con el tiempo entendí que mi verdadera pasión era la botánica y, en particular, el estudio de las plantas en el pasado a través del estudio de fósiles. Me parecía fascinante cómo las plantas podían adaptarse a diferentes entornos y condiciones, cómo podían sobrevivir y prosperar en ambientes extremos y cómo podían ser una fuente de alimento y medicinas para los seres humanos.
Decidí especializarme en el estudio de las plantas, enfocándome en comprender cómo las plantas van cambiando en el tiempo y cómo se adaptan a condiciones más cálidas y áridas. También estudié cómo las plantas interactúan con su entorno y con otras especies, y durante mi maestría decidí profundizar en el componente ambiental, por lo que me inscribí en la Maestría en Geología de la Universidad de Sonora.
Pero, pronto noté que el estudio de las plantas no son solo una cuestión académica. Las plantas son cruciales para la sostenibilidad y la conservación de los ecosistemas, y son fundamentales para la vida en la Tierra. Por lo tanto, es importante comprender su importancia y su función en el mundo natural y trabajar por su conservación y protección.
La ciencia y la conservación no son disciplinas aisladas, sino que requieren de una perspectiva interdisciplinaria y una colaboración estrecha entre diferentes áreas y sectores. También he aprendido que la educación y la divulgación son esenciales para la conservación y la sostenibilidad, y que es importante compartir nuestros conocimientos y descubrimientos con otros para lograr un impacto positivo en la sociedad y en el medio ambiente. Los estudios multidisciplinarios que relacionan a la biología con las ciencias sociales son fundamentales para comprender y preservar el patrimonio biocultural de nuestro país. La diversidad biológica y cultural es una fuente de riqueza e identidad que debemos cuidar y valorar.
Autor: Carlos Galaz Samaniero | Fecha: 3/11/2022