De cómo me enamoré del Desierto Sonorense

Mi nombre es Marina Acuña, tengo 28 años y vivo desde siempre en la ciudad de Hermosillo, capital del estado de Sonora, inmersa en un medio ambiente muy peculiar, es decir el Desierto Sonorense. Desde muy pequeña me ha gustado observar los paisajes coloreados de desierto y mar, apreciar la naturaleza, e interesarme por la biología, la ciencia que estudia los seres vivos, y más recientemente en la rama que estudia las plantas, la botánica, y la eco-fisiología que se ocupa de entender la relación de los seres vivos en el medio ambiente. 

Durante mi infancia tuve la oportunidad de vivir experiencias cerca del mar, una gran pasión por la pesca e investigar sobre la biodiversidad que se esconde en las profundidades del océano. De la misma forma me acerqué al desierto para observar la belleza de la flora y fauna que habitan en esta región. Un ejemplo son los que en Sonora llamamos Saguaros (Carnegiea gigantea), gigantescas cactáceas columnares característicos del desierto juntos a los paisajes pintados de colores anaranjados o lilas en la temporada de floración. Estas experiencias me llevaron a desarrollar una gran curiosidad por el mundo biológico y a querer aprender más sobre él.

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En mi etapa escolar, busqué ser buena estudiante, estaba especialmente interesada en las ciencias naturales. Por ello, cuando llegó el momento de elegir mi carrera universitaria, mi primera opción fue la licenciatura en biología en la Universidad de Sonora. Siempre tuve claro que quería estudiar algo relacionado con la naturaleza, y la biología era la opción perfecta para mí.

Durante los inicios de mi carrera universitaria, estaba segura de que quería dedicarme al estudio de la biología marina, ya que sentía una gran conexión con el mar y la vida que habita en él. Sin embargo, a medida que fui avanzando en mi carrera, fui descubriendo otras áreas de la biología que también me interesaban. En particular, me llamó la atención una rama de la botánica, la taxonomía vegetal que se ocupa entre otras cosas de nombrar y clasificar las plantas y en mi caso me quería ocupar de plantas de zonas áridas como las del Desierto Sonorense.

En los años de la licenciatura en Biología, tuve la oportunidad de participar en varios proyectos como el coordinar el club de botánica UNISON ( https://www.facebook.com/BotanicaUnison/ ) y formar parte del equipo de la Alianza Mariposa Monarca ( https://www.naturalista.mx/projects/alianza-mariposa-monarca ). Dichas experiencias me brindaron importantes herramientas y conocimientos para mi recorrido académico. Después de graduarme, decidí especializarme en ecofisiología vegetal, una rama de la biología que se dedica a estudiar cómo las plantas se adaptan y responden a su entorno, realizando así una maestría en el Posgrado en Biociencias. La maestría me permitió ampliar mi visión sobre la importancia del estudio de las plantas, sus características y como se relacionan con el ambiente. Al terminar la maestría, tomé la decisión de continuar con el doctorado en la misma área y actualmente me encuentro cursando el tercer año siempre en la UNISON.

Fue así como comencé a enfocar mis estudios en ecofisiología vegetal, área de estudio que me pareció fascinante, ya que me permite entender cómo las plantas son capaces de sobrevivir en condiciones extremas, cómo interactúan entre ellas y como son vitales para todos los organismos con los que cohabitan incluyendo a los seres humanos.

Las regiones áridas tienen como principal característica las pocas lluvias que ocurren en cortos períodos de tiempo y de forma impredecible, además de eso, el calor proveniente de la energía del sol es muy intenso para los seres vivos. Las plantas, al ser organismos que no tienen capacidad de trasladarse a un lugar con condiciones ambientales más “amigables”, desarrollaron diferentes características o adaptaciones para no morir de estrés. Algunas plantas, como el reconocido Palo Fierro (Olneya tesota) en el Desierto Sonorense, al ser más resistentes cumplen un papel ecológico esencial en su hábitat, pues pueden formar “islas de recursos”, es decir, generan condiciones bajo su dosel más amenas para otras plantas y así proporcionan una mayor diversidad y ofrecen hábitat y alimento para un amplio número de animales. Al reconocer todas estas peculiaridades y procesos naturales, me enamoré del Desierto Sonorense, de la ecología y de las estrategias que utilizan las plantas para sobrevivir en un entorno tan hostil.

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Sin embargo, además de reconocer la capacidad de las plantas de sobrevivir en lugares desérticos y producir recursos para otros organismos, debemos recordar lo importante que son para nuestra vida cotidiana, por ejemplo, en medicina y alimentación. Pero uno de los aspectos más interesantes es como a lo largo de la historia humana las plantas y otros organismos han sido utilizados por los grupos indígenas para sobrevivir a las condiciones ambientales que le rodean, formando así relaciones particularmente estrechas de las comunidades humanas de los pueblos originarios con la flora y la fauna de entorno.  Esta fuerte interrelación entre la naturaleza y el ser humano ha sido parte vital de las culturas de los diferentes pueblos indígenas, y esta relación define a un concepto muy importante conocido actualmente como la bioculturalidad.

Autora: Delia Marina Acuña Acosta | Fecha: 1/11/2022

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