Por: Argelia Tiburcio Sánchez
4/nov/2022
No todas las obras del Plan Hidráulico del Noroeste (PHLINO) fueron construidas, por lo que cada tanto ese plan resurge como la solución a los problemas de escasez de agua que atraviesa la región. Sin embargo, es preciso mencionar que las ideas que prevalecían cuando se escribió la primera versión del PHLINO en 1968 (SRH, 968) resultan obsoletas a la luz del tiempo y que, antes de seguir con ellas, se debería analizar el contexto en el que se elaboró.
El espectacular desarrollo científico y tecnológico dado a finales del siglo XIX y principios del XX dio lugar a una concepción errónea de superioridad sobre la naturaleza. El agua dejó de ser un elemento sagrado, fuente y dador de vida y se redujo a ser un recurso más, para ser aprovechado por el ser humano, un bien económico, una parte más del ciclo de producción. Bajo esta premisa, el agua como cualquier otro bien, podía transportarse mediante la construcción de infraestructura hídrica. Por otro lado, pese a los avances científicos en ese entonces, se desconocían a profundidad las implicaciones sociales y ambientales que tenían las obras hidráulicas y por ello permeó la idea que dejar que el agua fluyera libremente era un desperdicio de recurso inconcebible.
La construcción de grandes obras hidráulicas -tanto presas como acueductos- requirió de un cuerpo de ingenieros, el cual se convirtió en un grupo de élite en el que se concentró el poder de decisión a través de la Comisión Nacional de Irrigación (CNI) en 1926 y en la Secretaría de Recursos Hidráulicos (SRH) en 1946. De tal forma, no hubo contrapesos a los proyectos y decisiones de esta élite (Wester, Rap, & Vargas Velázquez, 2009). De ahí que se estableció la idea que el agua debía ser manejada por un cuerpo de especialistas, quienes concebían que entre más grandes y centralizadas las obras hidráulicas era mejor y que tanto pueblos como comunidades indígenas debían adaptarse al desarrollo económico de la nación y por tanto no tenían derecho a ser consultados sobre el devenir de sus recursos. Por ende, procesos de información y consulta a las comunidades afectadas por las obras hidráulicas no eran parte de la práctica.
Paradójicamente, conforme avanza el conocimiento, el pueblo Yaqui fue capaz de desarrollar saberes ambientales con una visión holística y profunda de los ciclos naturales que permitieron su adaptación y permanencia en una región tan agreste y cambiante como el semidesierto. Esta postura de adaptación contrasta fuertemente con la cultura de dominación de la naturaleza que ha permeado tan fuertemente en la sociedad moderna.
Hoy en día, las crisis sociales y ambientales que se viven no sólo en el noroeste del país, sino en todo el mundo, nos llevan a cuestionar el modelo hidráulico de la época moderna. En los últimos veinte años se ha evidenciado que las transformaciones en los flujos de agua, ya sea por medio de presas o acueductos, tienen impactos en los ciclos naturales difíciles de predecir y dan lugar a problemas relacionados con los costos y beneficios tangibles e intangibles difíciles de resolver; en el largo plazo, son mucho más costosos operativamente por lo que el trasvase de agua entre cuencas no debería ser la primera opción ante la escasez de agua de una región.
La transferencia de agua de una cuenca a otra implica la redistribución del agua en cuencas relevantes y pueden provocar cambios en el entorno ecológico. Los cambios tienen dos caras. Los impactos positivos, generalmente se centran en el desarrollo económico, la generación de empleos en la cuenca beneficiada, pero también tienen beneficios para la cuenca donadora de agua. A medida que aumenta el agua, el vapor vertical intercambiado entre las diferentes capas de la tierra (hidrósfera, atmósfera, biósfera y litosfera) se intensifica en consecuencia. El ciclo del agua en la cuenca receptora se beneficia de ella, sus condiciones meteorológicas. Al aumentar el suministro de agua superficial y el contenido de agua del suelo en la cuenca receptora, forma humedales locales, mitigando la deficiencia de agua, compensando y regulando el volumen de agua de ríos y lagos que ayudan a proteger la vida silvestre en peligro de extinción (Zhuang, 2016).
Entre los efectos negativos del trasvase de aguas sobresalen los siguientes:
El trasvase de aguas es que estos no solo pueden causar la disminución del volumen de agua que escurre por los ríos donantes, sino que también pueden provocar la salinización del suelo y la intrusión de agua salada en los estuarios. En el Valle del Yaqui, el problema de la salinidad se ha demostrado en diferentes estudios (Cortés Jiménez, y otros, 2009; Garrido Hoyos, y otros, 2019) así como la contaminación por contaminantes provenientes principalmente de la actividad agrícola y ganadera, por lo que los estuarios que se encuentran en la Bahía del Tobari, presentan altos niveles de contaminación (Garrido Hoyos, y otros, 2019).
Los proyectos de transferencia de agua también pueden provocar la acumulación y redistribución de sal en el suelo en ambos lados de los canales, una vez que el nivel freático del suelo sea más alto que la profundidad crítica del agua subterránea. En consecuencia, la concentración de solución salina se acumula en la capa de raíces de cultivo. Como resultado se daña la estructura del suelo, se pierden elementos nutritivos y se rompe el equilibrio agua suelo y agua-sal. Eventualmente las influencias negativas llegan al entorno ecológico.
Cuando los trasvases de agua cruzan regiones con características geográficas ecológicas complejas puede fomentar la propagación de enfermedades. La transferencia excesiva de agua para riego puede generar y propagar enfermedades parasitarias y de organismos acuáticos, de igual forma los canales de agua también pueden transportar contaminantes de la cuenca donante a la cuenca receptora.
Por último, los beneficios del trasvase de aguas suelen ser de naturaleza temporal, que da a la población de las cuencas beneficiadas la falsa percepción de abundancia, que estimula el consumo y desperdició de agua lo que aumenta paulatinamente la demanda de agua al punto que se entra en un círculo vicioso de escasez de agua que llevará a la búsqueda de nuevas fuentes de agua.
Sin embargo, no solo el trasvase de aguas ha generado altos costos ambientales en la región, también la construcción de presas trae consigo impactos negativos de gran envergadura; le acompañas afectaciones en flora y fauna asociadas la cuenca. De acuerdo con Burquez y Martínez Irizar (1997), desaparecieron más de un millón de hectáreas de mezquite y bosques ribereños en los deltas de los ríos Yaqui y Mayo cuando entraron en operación las presas. Por lo que se refiere a desplazamientos forzados, más de diez pueblos fueron destruidos con la construcción de las grandes presas. Los pueblos de la Huachinera, Bacerac, Bavispe, Oputo, Huasabas y Granados fueron desplazados con la construcción de la Angostura; el pueblo de Buenavista fue desplazado con las construcción de la presa El Oviáchic y los pueblos de Batuc, Tepupa, Suaqui y San Pedro de la Cueva con la construcción de la presa El Novillo (Enríquez & Lorenzana, 2017).
En resumen, por los altos costos sociales y ambientales que conlleva, se hace hincapié en la obligatoriedad de analizar integralmente la relación del balance de agua entre cuencas antes de decantarse por un trasvase de aguas (Zhuang, 2016).
Burquez, A., & Martínez Irizar, A. (1997). Conservation and landscape transformation in Sonora, México. Journal of the Southwest, 39(3/4), 371-398. Obtenido de https://www.jstor.org/stable/40170061
Cortés Jiménez, J., Troyo- Diéguez, E., Murillo Amador, B., García Hernández, J., Garatuza Payán, J., & Sang Sun, L. (2009). Índices de calidad del agua del acuífero del Valle del Yaqui. Terra Latinoamericana, 27(2). [abrir archivo]
Enríquez, D. E., & Lorenzana, G. (2017). Las grandes presas en el río Yaqui (Sonora, México) y sus efectos socio-ambientales. Revista de Sociología y Antropología: VIRAJES., 19(1), 165-188. doi:10.17151.rasv.2017.19.19 [abrir archivo]
Garrido Hoyos, S., Aguilar Chávez, A., Esteller, V., Díaz, C., Jara, M., Saldaña, P., . . . Mejía, V. (2019). Estimación y dispersión de contaminantes en el río Yaqui. (Sonora, México). Jiutepec, Morelos: Instituto Mexicano de Tecnología del Agua. [abrir archivo]
Lerma Rodríguez, E. (2014). Notas para el análisis de la resistencia yaqui en contra del acueducto Independencia. Sociológica, 29(82), 255-271. [abrir archivo]
Sterling, E. (Autumn de 1998). Yaquis vs. Yanquis: An Environmental and Historical Comparison of Coping with Aridity in Southern Sonora. Journal of the Southwest, 40(3), 363-396.
Wester, P., Rap, E., & Vargas Velázquez, S. (2009). The hydraulic mission and the Mexican hydrocracy: Regulating and reforming the flows of water and power. Water Alternatives, 2(3), 395-415. [abrir archivo]
Zhuang, W. (2016). Eco-environmental impact of inter-basin water transfer projects: a review. Environ Sci Pollut Res., 23, 12867-12879. Obtenido de http://www.jlakes.org/config/news_images/hpkx/2017-06-22/art3A1010072Fs11356-016-6854-3.pdf